El pasado 4 de febrero, la artista japonesa-estadounidense, Mitski lanzó su sexto álbum de estudio, «Laurel Hell».
¿Qué es lo que pasa cuando luego de mucho tiempo, se agota la urgencia de hacer que nos escuchen?
Se extingue la energía, la paciencia y golpea la reflexión sobre lo que faltó, lo que hay y a quiénes sí nos escuchan; vienen frustraciones, cuestionamientos, “caldo de cabeza” como dice la tradición popular, y ese es un buen concepto. Más que caer en espiral, la introspección va cocinando a fuego lento la cordura y la pone en entredicho, transformándola en un objeto de consumo.
Es ese caldo de cabeza el que Mitski ofrece para probar en su sexto álbum de estudio, “Laurel Hell”. La primera mitad es muy calmada, metódica, casi taciturna, evitando mostrar el paisaje completo. Poco a poco se va entendiendo, y la referencia a los tupidos bosques de laurel en los montes Apalaches en la frontera entre EE.UU. y Canadá van cayendo en su lugar como piezas de un rompecabezas.
No hay avance rápido sin posibilidad de perderse, y en el caso de este disco, esa pérdida es del propio ser. Por ello, Mitski elige el camino más transparente y, en vez de usar a otros como protagonistas de sus letras, es su vulnerabilidad la que se expone.

Si en el video de “Nobody” la lupa se ponía sobre un avatar de Mitski, en una especie de Pin Pón en un mundo pequeño bajo constante observación, ahora ella misma se pone como centro, de un universo entero, como en el video del single “The Only Heartbreaker”.
Ahí, es una especie de deidad sin control de sus poderes de destrucción, y no puede evitar el destino fatal para el planeta, desde el bosque de laureles hasta la explosión del mundo, en un paralelo inquietante con el cambio climático.
En Be The Cowboy (2018) se ponía en la piel de distintos personajes y era “nadie”. Ahora explora en las implicancias que tiene ser “alguien” y cómo es que vale la pena serlo. En “Working For The Knife” se ponen en entredicho las nociones de trabajo y realización personal; en “Stay Soft” el escapismo mediante relaciones sexuales; en “Everyone” cómo la gente opina de las vidas ajenas y provoca decisiones que afectan esas vidas.
Todo viene desde espacios de lo personal, pero sin urgencia, sin desesperación, sino que con el desasosiego que proviene de sentir que las cosas ya pasaron y este es el momento de aprender de eso.

Por eso, el segundo lado de “Laurel Hell” –con el mejor combo 1-2 pegado alguna vez por Mitski con “The Only Heartbreaker” y “Love Me More”– es el momento donde realmente viene el diálogo para salir de ese bosque. Las interpelaciones son más directas, igual que en “There’s Nothing Left For You”, donde se aborda cómo la energía se acaba también para quien entrega mucho de sí, mientras en “Should’ve Been Me” se habla de la energía de quién reemplaza a quién ya no está.
Distintas facetas del ser alguien que se explotan, mientras “I Guess” trata dar un cierre que no se logra por completo por los ecos descritos en “That’s Our Lamp”.
Si bien, “Laurel Hell” no es el mejor álbum de Mitski, sí es el más destaca por su coherencia narrativa, gracias a la forma sutil, pero precisa en la que se disponen los elementos.
Con una producción simple y apelando al aislamiento que en los últimos años tiene otro significado clave para vivir en comunidad, la falta de urgencia de la Mitski que alguna vez se conoció permite escuchar fuerte y directo a la persona detrás de la creadora, con claridad contundente.